No quiso meterle una bala: lo mató a cuchilladas.
No tenía para una bala, y lo mató a cuchilladas.
No tendría luego otra bala, de modo que lo mató a cuchilladas.
Aunque hubiera tenido una bala, lo habría matado a cuchilladas.
Lo habría matado a cuchilladas pese a tener una bala.
Incluso tenía una bala, mas prefirió matarlo a cuchilladas.
El asunto de la pistola y la bala le resultaba cansino. Le atraía más el matarlo a cuchilladas.
Se lo chingó a punta de cuchillo: le excitaba más que chingárselo de un balazo.
Tenía la pistola. Dudó si estaba cargada. Empuño el cuchillo. Se lanzó sobre el, decidido, furibundo.
Lo mató.
No recordaba si tenía aquel último tiro en la pistola. Optó por el cuchillo para matarlo.
De una pistola con la duda sobre si tiene o no una bala y un cuchillo, mejor el cuchillo.
Fue por algo que el dijo que él lo mató a cuchilladas en lugar de hacerlo de un disparo.
Lo que le dijo fue el colmo. Quiso matarlo. Tenía la pistola y el cuchillo. Decidiría en los próximos instantes. De momento, ambas parecían buenas opciones. Al final usó el cuchillo.
Eso que dijo lo hartó. Tuvo el impulso de matarlo y lo siguió. Eligió, de entre dos métodos -una pistola y un cuchillo- el segundo. Otros métodos habrían hecho el asesinato factible, pero se redujo a aquellos cuya operación resultaba inmediata, pues no era un hombre de mucha imaginación.
Era temperamental, y apenas el dijo eso, él quiso matarla. Llevando su mano a cualquier costado de su cinturón encontraría un arma con qué hacerlo.
Una vez decidido a matarlo, se cuestionó cual sería la mejor manera. Contempló dos opciones: Pistola y cuchillo. Optó por el último.
Para quitarle la vida, le pareció adecuado el cuchillo. Descartó la pistola por un complejo asunto sobre las balas.
Llevar a cabo el quitarle la vida requería de un método eficaz, sugerente e instructivo respecto a lo que le disgustaba. Asesinarlo a cuchilladas fue una acción concreta luego de escucharlo decir todo aquello.
Desde una segunda perspectiva, la pistola pareciera una opción más práctica en contraposición al esfuerzo físico, el reguero de sangre, las manchas en la camisa y aquel inesperado frenesí producidos al haberlo asesinado a cuchilladas debido a lo que dijo.
Hay que destacar que asestarle cuchilladas hasta matarlo, resultó más económico que haber empleado aquella bala considerando que, posiblemente, era la última.
Lo que el dijo provocó que él se irritara a tal grado, que lo mató con un cuchillo. Había también una pistola, pero tenía algún problema.
No toleró sus palabras. Tomó la pistola. Recordó luego el cuchillo. A fin de matarlo, se decidió de inmediato por este.
La pistola no vendría al caso. Lo mejor sería el cuchillo. Enseguida lo mató. Lo que dijo lo ameritaba.
–¡Con el cuchillo! –resolvió matarlo, después de escuchar aquello.
Algo dijo el. Luego fue asesinado.
domingo, 14 de septiembre de 2014
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