miércoles, 4 de enero de 2017

Sonora y este invierno casi imperceptible, castigado con centígrados de más como todos tu besos de menos, como esta felicidad que nos huye.

Y ahí era yo. En un café anónimo del mundo, separado de tu sonrisa en el momento en que te juraba  muerto y estaba dispuesto a besar otras bocas. Y me encontraste de nuevo, pidiendo señales y dejándolas por todas partes, como migajas de pan como Hanzel y Gretel. Los malos sueños son sólo basura me dije y luego sonreí. No creí. Y volviste. Y como siempre, en automático, volví.

Supe que eras tú inclusive antes de que sonara el celular y pensé "Me he prohibido la muerte, E, es por eso que no hemos llegado. Me he prohibido el desierto en mi corazón de espinas, E., en mis ojos de arena con dunas contra el viento".

Quiero morir en tus brazos E., esos que prometen todo, pero no quiero morir en tierra extranjera yéndote a buscar sonrisas ni desecho como las dunas a contraviento.

Que bueno que volviste, E., el desierto es un buen lugar para morir.
 
 
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