miércoles, 11 de diciembre de 2013

La hora de la siesta.

César ven, y déjame tomarte de la mano, déjame inaugurar este mundo que pisamos e inaugurarlo juntos, inaugurarlo de nosotros. 

Perdón, E., no te escuché ¿Qué dijiste? es que estos vecinos de enfrente me distraen, ellos y su manía de coger a la hora de la siesta, nada que me moleste más que eso, más que el frío que no me deja vivir en paz, más que los leggins transparentados de la vecina y el moquillo seco en la nariz del vecino.
Qué rico cogen los cabrones. Yo dormía bien rico a ésta hora pero ahora ellos cogen.

Perdón, E. ¿Qué me decías?

Te decía que si querías hacerles segunda, igual y toda la calle termina saltándose la hora de la siesta. 

No fue eso lo que dijiste, pero... 

Ven, te voy a dar un beso. 

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