Oye, César ¿Recuerdas el día que volviste a mi vida?
Para ser sincero, no lo recuerdo con claridad, fue algo tan natural que pudo haber sido hace cuatro vidas, ayer, hace 8 años, o cualquiera de nuestras primeras tardes de Septiembre ¿Lo recuerdas tú?
Sí...
Llevabas un short con dibujitos de veleros, verde, muy corto y fue en ese momento que me enamoré del cinismo de tus piernas, pensé en que quería ser velero y navegarlas hasta donde las olas hacen nido en tu intimidad. Llevabas puesta tu sonrisa triste, ésa que tanto me gusta, también una playerita de tirantes blanca. Estabas sudando a chorros, haciéndote de agua después de correr. Haciéndome de agua nada más de verte.
A veces lucho contra el olvido, lucho con todas mis fuerzas para que no se me borre ese momento, no te había visto en años y aún así y después de todo lo que pasó, no pensaba que respondieras mi sonrisa.
Entonces, luchamos juntos mi querido E., me gustó mucho haber vuelto, vuelto de una forma diferente. Conocernos nuevamente, reconocernos en nuestra soledad y el tiempo que había pasado. Porque eso fue lo que sucedió, ni tú ni yo no conocíamos y los dos éramos personas diferentes de los que fuimos en el momento en que nos descosimos uno al otro. El universo nos tenía que dar la oportunidad de asomarnos al mismo cielo y responder con una sonrisa, los dos de acuerdo y los dos al mismo tiempo.
Te encontré, kilos mejores, nuevos lunares y tus ojeras que combinan perfecto con tu mirada tan expresiva, esa calma nueva que tienes y todas las ansias de todos los mares que guarda tu piel, las tormentas que se escondieron en tus pliegues, tu cabello de ideas que creció y ahora se regueréan por mis manos. Me gustas más ahora.
Tú también me gustas, E. me gusta este nuevo E. que eres. Tal vez vuelva a querer desenredar todas tus hebras y descoserte de nuevo. Regresarte todos los mares y todas las tormentas.
Este nuevo cinismo que portas, también me gusta...
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