jueves, 26 de diciembre de 2013

De mares y tormentas.

Oye, César ¿Recuerdas el día que volviste a mi vida? 

Para ser sincero, no lo recuerdo con claridad, fue algo tan natural que pudo haber sido hace cuatro vidas, ayer, hace 8 años, o cualquiera de nuestras primeras tardes de Septiembre ¿Lo recuerdas tú? 

Sí...

 Llevabas un short con dibujitos de veleros, verde, muy corto y fue en ese momento que me enamoré del cinismo de tus piernas, pensé en que quería ser velero y navegarlas hasta donde las olas hacen nido en tu intimidad. Llevabas puesta tu sonrisa triste, ésa que tanto me gusta, también una playerita de tirantes blanca. Estabas sudando a chorros, haciéndote de agua después de correr. Haciéndome de agua nada más de verte. 

Qué curioso que me recuerdes de esa forma, gracias, es una muy bella. 

A veces lucho contra el olvido, lucho con todas mis fuerzas para que no se me borre ese momento, no te había visto en años y aún así y después de todo lo que pasó, no pensaba que respondieras mi sonrisa.

Entonces, luchamos juntos mi querido E., me gustó mucho haber vuelto, vuelto de una forma diferente. Conocernos nuevamente, reconocernos en nuestra soledad y el tiempo que había pasado. Porque eso fue lo que sucedió, ni tú ni yo no conocíamos y los dos éramos personas diferentes de los que fuimos en el momento en que nos descosimos uno al otro. El universo nos tenía que dar la oportunidad de asomarnos al mismo cielo y responder con una sonrisa, los dos de acuerdo y los dos al mismo tiempo. 

Te encontré, kilos mejores, nuevos lunares y tus ojeras que combinan perfecto con tu mirada tan expresiva, esa calma nueva que tienes y todas las ansias de todos los mares que guarda tu piel, las tormentas que se escondieron en tus pliegues, tu cabello de ideas que creció y ahora se regueréan por mis manos. Me gustas más ahora.

Tú también me gustas, E. me gusta este nuevo E. que eres. Tal vez vuelva a querer desenredar todas tus hebras y descoserte de nuevo. Regresarte todos los mares y todas las tormentas. 

Este nuevo cinismo que portas, también me gusta...




lunes, 16 de diciembre de 2013

Desventurados...

Léeme algo, E., léeme que necesito distraerme un rato de mí mismo, léeme tú que eres el que tiene bonita voz... 
¿Qué quieres que te lea? 

No lo sé, cualquier cosa cotidiana. El periódico, por ejemplo. Empecemos por Sociales y terminemos en el anuncio oportuno.  

Mejor te invento una historia que no inventé yo... 

¿Quién fue si no? 

Oscar Hahn... Él dice que son muy desventurados los que divisaron a algún muchacho como tú en el metro o el taxi y se enamoraron de golpe, y te siguieron enloquecidos por tu sonrisa y te perdieron para siempre entre la multitud. 

Tal vez sea mejor que me hayan perdido ¿No lo hubieran hecho de todas formas?

No...

¿Por qué no? 

Porque ellos serán condenados a vagar sin rumbo por las estaciones del metro o los sitios de taxi y a llorar con las canciones de amor qué los músicos ambulantes entonan en los túneles. 

Quizás el amor no es más que eso ¿No?. Una mujer o un hombre que desciende de un carro o un vagón en cualquier estación y resplandece unos segundos para luego morir en la noche sin nombre. 

Tomemos el periódico entonces y busquémonos en los obituarios. 


sábado, 14 de diciembre de 2013

Desnudarse es un acto de autenticidad, un reencuentro con uno mismo.

En los trasfondos de la intimidad, cuando dos cuerpos se encuentran desnudos uno frente al otro ya no existe más lugar donde esconderse, éso y el momento en el que dormimos con alguien creo que son los momentos más vulnerables de toda persona, éso o estar frente a un asesino serial que tiene una pistola en mano son los momentos en los que nos encontramos más indefensos. No podemos huir de nada, nos hemos entregado en nuestra vulnerabilidad, en nuestra intimidad más ínfima, más fundamental.

Ese momento o ese lugar es donde no podemos esconder quienes somos, cómo somos realmente, no podemos esconder las curvas que nos faltan y mucho menos las que nos sobran. Es un momento de complicidad, es un momento de autenticidad, pero no con el otro sino con uno mismo; es el momento en el que nos quitamos la armadura y mostramos la veta de nuestras venas recorriéndonos el cuerpo y agolpándose en la garganta, haciéndose nudo, pero sobre todo, conspirando en contra de uno.

Es ese momento en el que atentamos contra la armadura que nos ponemos todos los días para enfrentar el mundo, que nadie nos dio pero que nosotros decidimos cargar. Desnudarse no es sólo un acto de despojarse de la envoltura física sino de todo lo demás. Desnudarse es encontrarse con todas nuestras heridas de batalla, es revivir todas las batallas libradas en nuestras vidas, en nuestros amores, en nuestras ganas y también en nuestras irresponsabilidades.

Desnudarse para otra persona no es un ato de complicidad con el otro, más bien, es un acto de complicidad con uno mismo, es sincerarse y bajar la guardia es aceptarse por unos momentos y ser feliz a costillas de uno pero a tren del otro. Es entrar a un cuarto oscuro y apagar la luz, hacer todo eso temiéndole a la oscuridad.

Desnudarse es un acto de autenticidad, un reencuentro con uno mismo.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

La hora de la siesta.

César ven, y déjame tomarte de la mano, déjame inaugurar este mundo que pisamos e inaugurarlo juntos, inaugurarlo de nosotros. 

Perdón, E., no te escuché ¿Qué dijiste? es que estos vecinos de enfrente me distraen, ellos y su manía de coger a la hora de la siesta, nada que me moleste más que eso, más que el frío que no me deja vivir en paz, más que los leggins transparentados de la vecina y el moquillo seco en la nariz del vecino.
Qué rico cogen los cabrones. Yo dormía bien rico a ésta hora pero ahora ellos cogen.

Perdón, E. ¿Qué me decías?

Te decía que si querías hacerles segunda, igual y toda la calle termina saltándose la hora de la siesta. 

No fue eso lo que dijiste, pero... 

Ven, te voy a dar un beso. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

No hay más memoria que la repetición.

- Oye, E., es que a veces me dan muchas ganas de no tener ganas de escribir todo esto que no puedo decir pero que necesito dejar escapar. 

- Supongo, César, que los que escriben como tú lo haces, también quieren callar, 
guardar silencio durante días, no escribir nada. 

- No es el hecho de escribir, es el hecho de no querer abrir ninguna puerta. Es como adentrarse en uno mismo y abrir ese cuarto que tenía mucho cerrado, luego entras y el polvo se despierta y toma forma de algo, algo que creías que habías olvidado, luego pierdo me pierdo en mí mismo un rato, E. 

Me pierdo y tardo mucho en encontrarme. 

- No tienes porqué preocuparte, todo lo que perdemos en algún sitio, inclusive nosotros mismos, terminamos encontrándolo en otro lugar pero con un nombre diferente. 
No te preocupes, César, porque no hay más memoria que la repetición. 

- Esta noche voy a escribir un poco, me gusta escribir por las noches ¿Sabes, E.?. Es entonces cuando me siento invencible, cuando creo que todo lo que estoy escribiendo me va a quedar tal cual como lo pensé. 

¿Te quedas a dormir? No quiero abrir las puertas si estoy solo, no importa que te quedes dormido, sólo no quiero estar a la merced del polvo sin nadie que me acompañe mientras lo esté barriendo. 

- Me quedo, no porque me lo pidas sino porque quiero.

- Gracias, E. 


viernes, 6 de diciembre de 2013

Y tú que siempre vuelves.

Déjame en paz E., siempre vienes y me mueves el mundo. Otra vez.

-Pues aunque no lo pinches quieras, tú eres de mí y yo de tí y los dos del tiempo y de la nada, y te amo y me amas y un pinche día nos vamos a suceder y vamos a reunir tus alas con mi libertad. 

Con las ganas inmensas de hacerte mío y dejarme ser tuyo, así que dejemos de jugarle al pendejo, César. 

Te amo. 

Te amo, E.



 
 
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