No me prometas cosas que no puedas cumplirme le decía siempre a mi primer novio, ése que conocí después de que me rompieron el corazón por primera vez, ése con el que viví un tiempo y le gustaba despertarme todas las mañanas prometiéndome cosas con sus labios en los míos.
¿Que si qué me gustó de él?, todo, no había manera de que no... física, mental y emocionalmente era un maestro, le gustaba enseñar y a mi, a mi me gustaba mucho aprender. Aprendía en la cocina, en la regadera, en la cama, en los bares, en las plazas, en las iglesias, en las librerías, pero sobre todo, aprendía de las promesas que me susurraba en los labios todas las mañanas. Aprendí a no creerle a la gente que dice que te amará por siempre, por que en una librería a la que él me llevó compré un libro que decía que nadie dura para siempre; aprendí a no creerle a la gente que te promete guardarte siempre tu lado de la cama, por que los bares y las filas en el confesionario de las iglesias me enseñaron que para todo y para todos hay un turno (y sobre todo, que la fila avanza rápidamente); Lo que aprendí sin promesas a cambio fue el arte de disponer el cuerpo a placer de uno mismo y del acompañante, que sirve de plato y de cocina y que el baño siempre es mas divertido de a dos en dos.
Un si condescendiente y eterno a mi segundo novio. Si, nos haremos viejos juntos en una casa frente a la playa. Si, aprovecharé todas las oportunidades que tenga para venir a verte, desde mi ciudad a la tuya aunque tu no vayas a la mía Si, te amo eternamente. Si, puedo dejar de ser yo para convertirme en lo que tu quieres que yo sea, en quien tu esperas. Si, hagamos las cosas a tu modo, ese que siempre terminas convenciéndome de que es el mejor. Si, estoy muy cansado de ti y de tratar ser alguien que no soy solo para hacerte ver que te sigo amando de la forma en que te gusta ser amado. Si, ya no quiero ser este César que tu construiste. Si.
¿Y de mi tercer novio?, ése que me preguntaba si creía en el amor eterno, a el, a el le aprendí a renunciar; a renunciar a las promesas, a los planes, a la formalidad, a la puntualidad, a lo que uno de verdad quiere. Aprendí que el amor si es eterno. Aprendí del amor que yo me construí para mi, el amor imperfecto. Conocí el amor que se cansa de siempre entregarse sin medida. Aprendí el amor que se goza cuando se está en igualdad de condiciones, de inversiones. Aprendí del amor que perdura aún sobre uno mismo, sobre el amor propio. Terminé por concebir la eternidad del amor, que el amor si es eterno; que dura la eternidad de una mirada, de una sonrisa, de una lagrima, de un gemido ahogado entre sábanas. Aprendí pues, que el amor si es eterno, que se construye, que se cansa, que se sufre que se goza y que perdura sobre muchas cosas. Pero que ese amor no puede ser para otra persona mientras no sea para uno mismo. Aprendí el dolor de un corazón hecho pedacitos que puede seguir desmoronándose aún después de terminada la batalla.
Hoy, aprendí que cuando ya no se puede aprender mas por que uno ya se sabe las cosas por constante repetición, hay que buscar nuevos maestros.
Gracias a estas tres grandes personas y grandes maestros de vida que tuve, gracias por todos los maravillosos momentos que pasamos juntos, gracias por arrancarme todas esas sonrisas y sensaciones, gracias por todo lo bueno y lo no tan bueno.
2 comentarios:
En la vida...constantemente aprendemos y si los maestros son buenos....¡ya ni te cuento!
Yo no tuve maestros mejores que los padres...ya sé, en cuestión de amores son otros......
bss
Siempre lo he dicho, de todos aprendemos algo, aunque a veces lo olvidemos con el siguiente.
Besos.
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