miércoles, 7 de septiembre de 2011

Mesa para dos.



¿En que punto uno cambia? ¿En que punto uno deja de ser ese niño coqueto, risueño y agradable; para convertirse en todo seriedad y sinsentidos?

Te cuento lector que tenía rato que alguien no me dejaba sin opciones a la hora de invitarme a salir, al grado tal de no poder decir no, llegué de correr y ahí estaba él afuera de mi casa, llegamos al mismo tiempo...

Yo: sht sht.
El (bajándose del carro): Hey, venía por ti para ir a cenar por que eres muy Diva y no hay manera de encontrarte en redes sociales y no contestas nunca el celular.
Yo: Ya no tengo celular... te saludo sin abrazo por que estoy todo sudado.
El: (me jala hacia a él para abrazarme sin decirme nada).
Yo: ...
El: ¿Entonces? (mirada inquisidora escaneando mi facha).
Yo: Dame 15 min. solo para bañarme.
El: Jeans y playera, no te pongas muy guapo.

Cenamos en un lugar que me gusta mucho y aunque la cita no haya sido en un tono romántico, sino de amistad (Quiero pensar), me redescubrí en ésta faceta que hace mucho no tenía, la de salir con alguien muy seguro de si mismo y de lo que quiere obtener conmigo, a cenar; por que no es igual salir con alguien con quien regularmente lo haces (Quien te da por hecho) y se tiene esa rutina de visitar los mismos lugares y tener los mismos temas de conversación que cada vez se agotan más y más. No, esta vez fue diferente, esta vez era yo, pero no un yo habitual sino un yo que hace mucho no me permitía sentir, un yo coqueto, risueño, conversador, agradable, resuelto, pero sobre todo, dispuesto.

Para cuando me dí cuenta la cena se había terminado y yo no me había callado en toda la noche, como esas personas que hablan y hablan y hablan cuando están nerviosas, ¿De qué estaba nervioso? Para cuando me di cuenta ya me había ido de cuatro y hablado de más. Está demás decir que no me dejó pagar la cena y no por "quedar bien", sino por que así es el, es una persona segura, sabe que quiere y como obtenerlo, es una persona afable y por demás agradable a la vista y a los sentidos... de esos chavos que no hay forma de que no te gusten. ¿A que viene todo esto?, A que me da mucho gusto poderme experimentar a mi mismo como una persona agradable, y digna de insuperable compañía. Aclaro que no soy de esos chavos feos y raros, al contrario me considero un hombre agradable a la vista y con tema (de esos que saben un poquito de todo para poder platicar todo de ese poquito de lo que se habla, de esos bien leídos y amables), pero tampoco soy una persona que salga mucho (a solas) con otra en un plan que no se si es de amigos; soy mas bien medio torpe socialmente para eso, no por que no sepa como, sino por falta de practica, habían pasado ya, los dos años y medio desde la última vez en la que fui la mejor versión de mi mismo solo por el placer de disfrutarme y que me disfrutaran así.

Me dí cuenta de algo, me di cuenta que a final de cuentas uno solo quiere compartir momentos agradables, con gente que tenga la valentía y seguridad suficientes para generarlos y costearlos (y no estoy hablando precisamente de la cuestión económica), no para pedirlos, por que al pedir siempre se deja abierta la puerta a la negación de una buena invitación. Me di cuenta que disfruto enormemente mi capacidad de dar ese tipo de satisfacciones a otra persona, de brindar una inmejorable compañía y de mi gusto enorme por dar placer y ser placentero a los demás.

Un aplauso a todos aquellos hombres que tienen la seguridad suficiente como para que a pesar de nosotros mismos lograr obtener lo que quieren, y que eso que quieren sea el placer en común. Mi más sincero agradecimiento y la mas bella de mis sonrisas a este hombre en particular, por que sin saberlo, hoy me rescató de mi negación a disfrutar de esta parte que tanto me gusta y en la que soy tan bueno: la apertura a conocer nuevas personas y la posibilidad de enamorarme de nuevo; que me rescató de mi negación a ser una persona que gusta a los demás hombres (y que casualmente no son esa persona que me gustaría que me amara (de nuevo)), de mi constante lucha por guardar el lugar de quien no quiso ocuparlo más, para él mismo, esperando que volviera. La mas tierna de mis miradas para él, que a pesar de mi mismo, logró hacerme feliz con solo pedir una mesa para dos.

Gracias por leer a este hombre agradecido a quien en la cena de hoy, le arrebataron sonrisas que hace mucho tiempo no se sonreían.

2 comentarios:

Sakurandra dijo...

Pues mira que éste hombre nos abrió una puerta a los dos.. recordándonos cosas de ambos que tanto nos empeñamos en negar.. te quiero y me da gusto que estés pasando por esto.. que te abras a nuevos horizontes y vayas dejando de a poco la seguridad de la playa ya recorrida..
Muchos besos y abrazos! .. te quiero.. y gracias a esos hombres!!

Unknown dijo...

QUE BONITO!!!

Hace días que no escribías tan bien, es curioso, como pequeñas cosas (simples además) nos pueden dar felicidad y oportunidad de ser algo que no recordábamos que podíamos ser.

Un abrazo y un aplauso a quien te hizo recordarte.

 
 
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