Y de pronto darse cuenta que el mundo no es uno equivocado, de vez en cuando que la vida nos premie con un día en el que encontramos vestigios de que no siempre hemos vagado, de que no siempre hemos huido; encontrar vestigios de que no siempre fuimos embarcación. De que pertenecimos, a algo, a alguien, a algún lugar, a algún momento pero sobre todo a unos labios. De que fuimos árbol, uno con raíz, uno verde y frondoso, uno que supo dar sombra.
Que de vez en cuando la vida nos premie con la luz chorreando directa sobre el prado.
sábado, 28 de septiembre de 2013
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