En alguna ocasión leí que cuando uno empieza a percibir el mal olor de algún lugar es cuando tiene que moverse.
Últimamente salgo salgo de mi departamento, no importando el lugar a donde me dirija, no importando en qué punto de la ciudad me encuentre y Tijuana me huele a mierda.
En mi mente ya no hay vuelta de hoja tengo una relación de amor-odio por esta ciudad que me ha dado tanto y me ofrece más aún. Aquí la disyuntiva, una de dos, o es Tijuana la que apesta o soy yo la que la está apestando a ella.
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