martes, 12 de febrero de 2013

La plática y la sonrisa.

 
 
 
 Algo tengo con las personas que se llaman Eduardo, al último lo conocí por coincidencia, le tenía un recelo al nombre por el hecho de un bonito amor que dejo mal sabor al final. Y ahí estábamos yo y Eduardo, el tercero (¿El de la vencida?); él expuesto ante el público y con la cara roja de vergüenza, y yo, escondiéndole el rostro en mi cuello; no hubo palabras, no nos conocíamos antes ni habíamos cruzado palabra alguna, sólo nos encontramos en el momento justo y desde entonces nos amamos, por increíble que parezca, nos amamos. Te amo mientras todo esto dure, me dijo ayer. Te amo, le contesté.
Hablamos de la imposibilidad de tenernos, la alegría de encontrarnos y la rara felicidad de idealizarnos… de sabernos.
Octubre te dije yo, la muerte y la distancia, dijiste tú.
Te amo me volviste a decir, sin preguntas, sin titubeos, sin rodeos, natural  cómo el día que nos conocimos y empezamos a amarnos. Soy el amor de tu vida respondí cuando preguntaste ¿Quién eres tú? Eres el amor de mi vida, dijiste tú.
Te amo. Es una frase fuerte y entiendo que no nos amamos en un plano apto para mentes cuadradas, nos amamos en nuestra imposibilidad, en nuestra posibilidad, en nuestros fuéremos, fuimos, seríamos. Te dije que sonreía y me dijiste que me casara con el dueño de mis sonrisas.
 
Cásate conmigo.
Te amo.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Morí...

Amarse en la imposibilidad debe ser una cosa tan extraña pero tan recomfortante.

Saludos.

 
 
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