La piel nunca
ha sido una buena armadura dentro de la cual uno pueda estar seguro, a final de
cuentas sólo somos un cúmulo de carne y sangre dirigidos por una chispa mágica
que llamamos alma. CHONSP lo aprendí cuando tenía ocho.
Soy
Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno, Azufre y Fósforo, soy el ABC de la
biogénesis… soy eso y una caldera de bacterias hirviendo que me consumen y me
autorenuevan al microsegundo, todo mientras escribo esto y todo mientras tú lo
lees, somos cómplices en esta vida de la vida misma, pero somos cómplices en
esta vida de nuestra muerte; si pudiéramos prestar atención y separarnos de
nuestro cuerpo y su fisicismo podríamos (literalmente) vernos morir,
desaparecer, desintegrarnos ¿Pero sabes qué sucede? Sucede que el cuerpo no
sabe de nosotros mismos, el cuerpo es un ente aparte que habita la dimensión
paralela a la nuestra, habitamos la biogénesis mientras la nada que nos
sostiene se disuelve en más nada.
“Hazle caso
a tu cuerpo, tu cuerpo sabe” es lo que siempre me digo a mi mismo cuando no sé
qué hacer, le dejo la responsabilidad a un ente que ni siquiera habita la misma
dimensión que yo y le doy todo el poder de decidir por mí ¿Cómo sucede? sucede
en el silencio, su biogénesis y mi nada; se unen en uno y entonces sucede lo
que yo llamo vida, brota de algún lado y va llenando toda la nada que yo creía
vacía y me habla mientras me inunda de una continental realidad, me dice cómo se
siente la carne, cómo se siente la sangre, cómo se siente todo lo que no es
nada y es algo… y me hiere, no me corta en la carne sino que me corta en la
nada, no es bueno ni malo, sólo es más profundo.