jueves, 27 de junio de 2013

Espirales.

A veces pienso y me confundo, entre más pienso, más me confundo; más borroso se pone todo. Las ganas se me oscurecen y quiero desangrarte la boca a besos; recorrerte los poros y los olores, los sabores. Sigo pensando. Todo se me cae en espiral, en tu ombligo, en tus huecos, en tus oscuridades.

Pienso, sigo pensando, la espiral de cuerpo me absorbe.



"How happy is the blameless vestal's lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray'r accepted, and each wish resign'd"

martes, 11 de junio de 2013

Caballito de alabastro de Algethi


Este es un post reciclado de mi viejo blog y pertenece a un hombre que comía diccionarios, irónicamente siempre que lo leo logra clarificar las ideas y limpiar la mente, espero lo disfruten tanto como yo cuando le vi forma.






... para indicar la apatía, y en esta zona ovalada de aquí dibujará una línea continua de color negro, representando su nivel de frustración. ¿Me sigue? Los impulsos escapatorios, si esta línea de aquí es ascendente, los marcará con una nube de crucecitas doradas; si es descendente, hará trazos oblicuos de color negro y anotará las causas en este rectángulo. Asignará un número a cada sueño que tenga a partir de ahora (par, si es placentero; impar si le resulta incómodo), y dibujará un círculo naranja por cada elemento del sueño que se le aparezca al día siguiente de camino al trabajo. (Las descripciones, junto con el número asignado, las apuntará por la otra cara del papel). Ahora atento. Un grupo de cinco asteriscos en el centro del diagrama significará que ha visto a K. paseando a su perrito; mientras que una flecha quebrada en la esquina inferior derecha indicará que ella ha pasado por su lado sin saludarle, con o sin Fifí. Si H. paga el café y la camarera le sonríe, dibujará una espiral roja aquí; si lo paga usted y la camarera no le sonríe, trazará una espiral amarilla en el mismo lugar. A su albedrío, borrará uno cualquiera de estos símbolos siempre que olvide algún detalle trivial sobre su infancia o dude sobre qué ropa ponerse para salir de paseo. Anotará aquí el número de sus ensoñaciones diarias relacionadas con el futuro, y aquí abajo la cantidad de errores ortotipográficos que descubra en la factura de su dentista o en las cartas románticas que le envía a mi secretaria. Los detalles de sus decepciones vespertinas relacionadas con su miedo a las arañas escríbalas por debajo de esta línea. Las matutinas, por encima. ¿Alguna pregunta?

El Impasse de Fritz Perls

Cuando nos acercamos al impasse, al punto en que se hace difícil creer que vamos a poder sobrevivir, empieza el remolino. Uno se desespera, se enreda. Súbitamente no entiende ya nada de nada y es aquí donde el síntoma del neurótico se hace muy claro.

El neurótico es una persona que no ve lo obvio. Esto se observa siempre en el grupo. Algo es obvio para todos los demás y la persona en cuestión no lo ve, no ve las espinillas de su nariz. Y esto es lo que tratamos de hacer: frustrar a la persona hasta que esté frente a frente con sus bloqueos, sus inhibiciones, su manera particular de evitar el tener oídos, ojos, músculos, autoridad, seguridad en sí misma. Estamos siempre tratando de llegar al impasse y encontrar el punto donde uno cree que ya no tiene posibilidad de sobrevivir, porque no encuentra los medios en uno mismo. Cuando hallamos el lugar donde la persona se encuentra bloqueada, pegada, nos encontramos frente al hecho sorprendente de que se trata fundamentalmente de un asunto de su propia fantasía. En la realidad no existe. Una persona únicamente cree que no tiene recursos a su disposición. Evita usar sus propios recursos fabricando una serie de expectaciones catastróficas. Espera algo malo del futuro: “la gente no me va a querer”. “Tal vez haga el ridículo”. “Si yo hiciera esto no me querrían más, me moriría”. Tenemos todas estas fantasías catastróficas mediante las cuales nos impedimos de vivir, el ser. Estamos continuamente proyectando fantasías amenazantes al mundo y estas fantasías nos impiden correr los riesgos razonables que son parte del crecer y del vivir. Preferimos mantener el statu quo: mejor quedarse en un matrimonio mediocre, mentalidad mediocre, que atravesar el impasse. Muy pocas personas entran en la terapia para ser curadas; lo hacen más bien para cultivar su neurosis. Preferimos manipular a otros para conseguir su apoyo, que aprender a pararnos en los propios pies y limpiarnos el propio excremento. Para manejar a otros nos hacemos fanáticos del control, del poder (...): hacerse el desvalido, el tonto, el matón y así sucesivamente. Y lo más interesante de las personas maniáticas del control es que siempre acaban siendo controladas. (...) El darse cuenta, la experiencia plena, el percatarse de cómo se está atascado, los hará recuperarse y tomar conciencia de que todo el asunto no es más que una pesadilla, no es algo verdadero, no es real. Llegan al Satori cuando se dan cuenta, por ejemplo, de que están enamorados de un ideal y que no están en comunicación con su pareja. Lo demencial es que consideramos la fantasía como si fuera realidad. En el impasse siempre hay algo de locura. En el impasse nadie los puede convencer que lo que están anticipando es una fantasía. Toman como verdadero algo que es meramente un ideal, una fantasía. El loco dice “Yo soy Abraham Lincoln”, el neurótico “Ojalá yo fuera como Abraham Lincoln” , y la persona sana “Yo soy yo, y tú eres tú”.
 
 
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