Pero a este hombre no le gustan las palabras.
Bueno él dice que no le gustan las palabras y yo pienso que es lo más hermoso que tenemos.
Transporte. Intensión. Ganas. Aviso. Amenaza. Entonces, palabras.
Entonces no sé qué haré con toda esta información que se me agolpa en la garganta y en la sangre galopando el torrente cada vez que lo veo.
No le diré que me parece la persona más linda de todas. Lo voy a besar. Voy a cerrar los ojos y lo voy a besar como si no hubiera lenguaje y tampoco hubiera palabras. Voy a dibujarle un "Me encantas" en un beso. "Me estoy enamorando" en el siguiente. "Me quiero ahogar en este mar", con los sucesivos. "No me dejes ir" en el de despedida.
No le contaré de su sonrisa fértil. Intentaré besarlo cuando se dibuje en su rostro y pensaré que sonríe, al menos en parte, al menos por mí. Ni le contaré del nido que ideas que hace su cabello, ni que quiero desbaratarlo y dejar que las ideas escapen.
Tampoco podré decirle que resulta todo un espectáculo escucharlo hablar, escoger, buscar palabras y acomodarlas en oraciones, lo bonito que se ve en su discurso. Tomaré su mano y sonreiré. Sentiré.
Desconfiguraré las letras, repetiré las palabras hasta que pierdan el sentido o mejor hasta que adquieran uno nuevo, uno sin tipografías. Uno con piel, con bocas y olor. Sabor. Sensación. Ganas. Ganas hinchándose. Ganas respirándose. Ganas besándose. Ganas mirándose.
Y su mirada. Para esa sí no tengo palabras. Ni quiero. Ni sé. Ni intentaré describir. Aquí nada más cabe "Presenciar".
Presenciar. Escuchar. Besar. Sentir. Dejarse ir.
Ajá.
miércoles, 5 de agosto de 2015
Suscribirse a:
Entradas (Atom)