Es que no sé, E. ¿Sabes?, hay algo que no sé del todo pero que he entendido a aceptar, no sé como pero de pronto todo se va armando lentamente, como una fotografía en una impresora de punto línea por línea; una gestalt que si separo no tiene significado pero si junto adquiere sentido, es sólo que me faltan piezas todavía.
Luego cierro los ojos y empujo (ya sabes) esa puerta y me doy cuenta que todos esos sentimientos ya no están guardados en el mismo lugar, alguien me los movió al techo y ha corrido las tejas.
Tal vez los dejaste en alguna plaza sola, de esas olvidadas en donde los estudiantes se recuestan en el pasto a darse besos y pasar la tarde.
La única certeza es que aquí arriba (en las tejas de mi mente) se mece el viento y me baila la cabellera de ideas imaginarias que me tranquilizan, no saben a dónde van, sólo insisten en ser arrastradas.
Y luego, el cielo se me cae de las manos sin hacer ruido y todo el aire arde.
Se me desnudan los vacíos.
Se me sacude el polvo y deja entrever mi piel, mi piel en sequía.
Me estás asustando César, y es que el silencio (este silencio) es el animal más peligroso que te conozco.