Llegaste
despacio, casi sin darme cuenta y para cuando me percaté ya habías mojado todas
mis orillas al atardecer, así como las mareas que vienen y se van pero siempre
vuelven. Sé que te sé siempre volviendo. Sé que nos sé siempre en un punto de
encuentro, en macetas o volando, tú con mis gorriones y yo con tus golondrinas.
Te conozco
y no te conozco, te imagino y luego te vivo volando de la cocina al comedor,
del trabajo a la cama, de tus macetas a mis cielos, de mi cielo a tu pecho, ése
que tiene algo que solo fue creado para mí.
Gracias por
siempre ser y estar desde que eres, desde que somos y seguramente desde cuando
seremos.
Feliz
cumpleaños, mi golondrina.