miércoles, 25 de enero de 2012

Silencio de mar.


Silencio. Repentinamente me arrebata la necesidad de silenciar todo para poder escuchar lo que mi cuerpo quiere decirme, intenta decirme, se apresura a decirme, me grita al decirme, me susurra al decirme, advertirme.


Repentinamente siento la necesidad de detenerme para poder apreciar que no estoy estático, que sigo avanzando, en alguna dirección que desconozco pero avanzando; cometiendo errores, pero avanzando; a merced del tiempo, el viento y mis aguas, pero avanzando…


Como barquito de papel a la deriva y bajo riesgo de humedecer sus mástiles y proa hasta perecer. Tal vez ese sea el camino que me lleve a la orilla que contiene el nuevo hogar, o tal vez, el camino sea desafiar lo convencional y encallar en una ola y no en un banco de arena como comúnmente se piensa, como la visitación del mar que tuve, con el Atlántico en toda la flor de su furia reclamando mis pies como suyos para adornarlos con escamas, el mar me dijo que la entrada al paraíso etéreo reservado a los seres de agua que el azul reclama como suyos, no era un lugar sino un momento, ése momento justo en el que una ola desafía con su fuerza de acuarela a la gravedad y suspende su tiempo y furia en el aire antes de romper en blanca espuma, en efervescencia de tiempo acelerado con sueños contenidos en pequeñas burbujas de aire que se rompen para liberar ese estupor de sal que solo puede ser percibido en las playas, ésa neblina auditiva que no puede ser otra cosa que los sueños que las caracolas regalaron a la espuma para ser liberados, para ser escuchados por las gaviotas, para convertirse en furia de mar, para romper el silencio y ensordecerlo todo hasta quedar en silencio de ruido.


Que agradable es convertirme cada vez mas en mi mismo, decantarme en mis aguas, en las costas adecuadas.

 
 
Copyright © transitorial
Blogger Theme by BloggerThemes Design by Diovo.com